Ambigüedad

La ambigüedad no siempre juega de mi lado. A veces aleja a los que deberían reconocerme entre los suyos. Pero no me reconocen.
Y si no me reconocen, como yo los reconozco a ellos, ¿ Son en realidad de mi bando? ¿ Soy yo o es que los bandos se están también diluyendo es esta obscuridad cada vez más acuciante?
Yo los veo claramente, distinguidos por la luz que resplandece a su alrededor, llevo tanto tiempo en la obscuridad que la veo replegarse siseando a su paso. Pero ellos no me ven. ¿ Por qué? ¿Acaso me he vuelto tan obscura que me confundo con el relieve del fondo? ¿ Ya no queda nada de luz en mí? Así debe ser puesto que soy un vigilante, pero echo de menos su calidez. La obscuridad no es la ausencia de luz, tiene tanta consistencia que siento como me vence lentamente, como ocupa cada resquicio de mi alma. Pero siempre me queda el recuerdo. Sí, recuerdo cómo eran las cosas antes de la obscuridad.
Acaso el hecho de que no me reconozcan significa que lo estoy haciendo bien, tanto que ni los míos pueden reconocerme.

El universo inconcebible

Puede que sea posible. Pero lo posible no es necesariamente lo cierto.
Lo cierto es que hay nuevas perspectivas sobre el universo, resultan extravagantes, aunque no exentas de posibilidad.
Un universo sin principio ni fin. Un tiempo sin principio ni fin. Unas constantes universales que no son constantes. No siempre al menos. Un universo a veces expandiéndose y a veces comprimiédose. Y la no necesidad de materia y de energía obscura para explicar lo que se sabe.
Qué es más tranquilizador para el alma: admitir que la materia obscura y la energía obscura puede existir o que el tiempo y el universo siempre han estado aquí?
Ambas opciones son igualmente pausibles, pero no sabemos si la materia obscura existe o no. Y no puedo concebir la eternidad. Sin principio ni fin. Siempre....