miércoles, 1 de octubre de 2008

Mensajes

En la sala sólo había luz rojiza, tamizada por el humo, pero todo lo demás era obscuridad.
Los símbolos comenzaron a sucederse de forma ininterrrumpida, caótica, absurda.
Casi podía tocarlos, pero los mensajes que llegaban directamente a mis pensamientos me decían cosas tan evidentes que tanta parafernalia resultaba absurda.
Soy demasiado mayor para obedecer consignas. Sigo siéndolo después de tanto tiempo...
Y entonces se materializó el nigromante.
Somos sus hijos, decía, no importa el nombre que le des al padre, decía.
Y casi podía tocarme, y casi se podría decir que podría haberme hipnotizado.
Pero no, era el poder de la música tantas veces escuchada.
Sigo sin saber si el nigromante es el portador de luz o lleva más obscuridad...

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