miércoles, 3 de diciembre de 2008

Esas luces tan intensas

"No tienes miedo de la obscuridad?", me pregunta como si nada.
Miedo, miedo? Tengo miedo? No me atrevo ni a contestarme.
Miedo no, me aterra. Me aterra la obscuridad.
"Y entonces por qué estás aquí, quieta en la obscuridad?", pregunta nuevamente casi con inocencia. La ignorancia es realmente osada.
Quieta en la obscuridad, sí, eso puede parecer. Seguramente eso es exactamente lo que parece.
No estoy quieta en la obscuridad, estoy vigilando.
Aquí, quieta en la obscuridad, si miro el suficiente tiempo puedo ver cualquier luz, por ténue que sea, por débil que aparezca. Sabré que está ahí.
Bien es cierto que hasta ahora no puedo distinguir ninguna luz de la corriente obscura que siempre aparece ante mí.
Ni siquera la obscuridad es realmente obscura.
"No lo sé", respondo finalmente. La inocencia brilla tan intensa que me ciega, no se debe apagar esta luz. No se debe siquiera atenuarla con una sombra de duda.

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